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En un juego de apropiaciones,

ninguno es sin el otro;

el mar se extiende y se retira:

latido de la tierra.

Y en la tierra posa su imagen el paseante

 ajeno a la intención del agua.

Se convierte en elementos de los que proviene

y deja su impronta -efímera-

en la arena y en el mar;

y éste se lo quiere llevar,

pues nada es sin su reflejo.

Vacío.
 

 

Antonio Yesa
Reflejos, abril 2015

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